Felipe I de Orleans, ¿El hermano del Rey Sol fue víctima de la mala prensa?

Felipe I de Orleans fue el hermano menor de Luis XIV de Francia, y, sobre su vida, se han dicho muchas cosas. La gran mayoría de estas, destacan por la hostilidad con la que fueron promulgadas.
La Doctora en historia; Elisabetta Lurgo, cuenta en la biografía más resiente sobre Monsieur, titulada: “Philippe d'Orléans, frère de Louis XIV”, como este fue una de las figuras más maltratadas por historiadores y contemporáneos. 
Ella opina —basándose en su investigación sustentada por correspondencia inédita y documentos de la época— que la imagen del duque fue distorsionada, a tal grado de reducirlo a un príncipe sin talento, ni carácter, el cual envidiaba a su hermano, y el que poco le aportó a su familia y a su país. 
No quedan muchos testimonios o recuerdos personales sobre Felipe de Orleans. Pero, su correspondencia y los recuerdos de sus familiares plasmados en cartas que reviven su memoria, muestran a un hombre inteligente y sensible que estableció relaciones auténticas y afectuosas con sus seres queridos.

Origen y propósito de esta nueva Biografía
"Philippe d'Orleans: Frere de Louis XIV"
¿Qué posibilidades tuvo el hermano del Rey Sol en dejar su propia marca en la historia? 
Elisabetta Lurgo se propuso responder esa pregunta.
Lurgo utiliza la información que obtuvo mientras realizaba un trabajo previo llamado: “Une Histoire oubliée, Philippe d'Orléans et la Maison de Savoie” (2018), como trampolín para lanzar su "recuperación" de la personalidad más matizada del hermano menor del Rey Sol.
Gran parte de su trabajo previo se centra en la historia de las devociones y las prácticas religiosas en los tiempos modernos, y en las relaciones entre Francia y Saboya. Es en esta última área de especialización que traza las pautas para reconstruir un retrato más matizado y enérgico de uno de los personajes más difamados de la historia francesa moderna, Felipe I, Duque de Orleans.
Los orígenes italianos de la historiadora Elisabetta Lurgo, le han permitido mirar al príncipe de una manera más imparcial, menos influenciada por los chismes de la corte francesa, y la calumnia de una historiografía republicana conservadora, la cual no dudó en condenar las costumbres que el Monsieur trajo consigo desde su nacimiento. La Dra. Lurgo no apoya las acusaciones hacia Ana de Austria y el Cardenal Mazarino de haber afeminado al niño en beneficio a un fin maquiavélico. Y, sin caer en el sesgo de moda de la ideología de género, Elisabetta Lurgo, quien descubrió a Felipe a través de sus relaciones con la corte de Saboya, ofrece el retrato más equilibrado, más honesto y sensible, que la historia distorsionó sobre el hermano menor del Rey Sol.

Felipe, un príncipe singular
Retrato de Felipe I de Orleans
Felipe nació en Saint-Germanin-en-Laye el 21 de septiembre de 1640, dos años después de Luis, el Delfín de Francia.
Para sus padres, él fue un regalo inesperado del cielo que garantizaba la continuidad dinástica, y jamás ocupó un papel de segundón. En pocas palabras: No fue un niño rechazado u olvidado por sus padres.
Es bien sabido por todos que Luis XIV siempre fue un niño muy propenso a enfermar con mucha facilidad, y varios incidentes de salud en su juventud lo pusieron a las puertas de la tumba más de una vez.
La reina Ana de Austria, y el Cardenal Mazarino, siempre contemplaron la posibilidad de que Luis un día simplemente no despertara de una siesta, y eso convertiría a Felipe en el heredero al trono, siempre y cuando el rey no asegurara su posteridad. El joven príncipe era el más importante remedio dinástico, por lo tanto, aquello de que la reina y su mano derecha no querían que Felipe reinara carece de sentido.
Felipe y su hermano Luis
La evidencia reduce a nada aquella hipótesis de una camarilla de educadores e influencias de todo tipo, cuyo único objetivo era «pervertir» al pequeño príncipe, y así evitar que llegara a la adultez con una buena reputación. La autora menciona que aquello de educar al niño para que fuera sumiso, y conseguir de este modo que jamás imitara las conspiraciones de su tío Gastón en contra del rey, es por más absurdo. El Petit Monsieur fue criado con amplios valores de lealtad y respeto por su majestad.
Felipe no necesitó que nadie aliente su falta de interés por prácticas consideradas «masculinas» desde el principio de su vida, pues, al pequeño no le gusta ni la equitación, ni los juegos violentos, así como también le rehuía a la caza y todo aquello que esta representaba. Felipe prefería los adornos y las piedras preciosas que recolectaba con mucho entusiasmo. En las conversaciones demuestra ser inteligente, culto, discreto, e incluso, algunos dirían: “Hablador como tres o cuatro mujeres juntas”.
Estos rasgos de carácter son indiscutibles en su persona, así como su gusto por los hombres atractivos, aspecto en su vida que jamás intentó ocultar.

Caballero encantador, erudito, especialista indiscutible en cuestiones complejas de heráldica, etiqueta, relaciones curiales y diplomáticas, a pesar de sus preferencias sexuales, no es una mujer. No más que sus compañeros: el marqués de Effiat o el caballero de Lorena, guerreros rudos que exponen casualmente su belleza en los campos de batalla.
- Dra. Elisabetta Lurgo en su libro “Philippe d'Orléans, frère de Louis XIV”.

Felipe amaba apasionadamente la vida y sus placeres como un Médici, el cual era a través de su abuela, María de Médici. Pero también conocía sus obligaciones como hijo de Francia, como un Borbón y no rehuyó.
Retrato mitológico de la familia de Luis XIV
Benévolo y provisto de gran ternura por su hermano, Felipe entra en pánico en junio de 1658 cuando Luis cae gravemente enfermo. A él le aterra la idea de perderlo, pero sobre todo esta aterrorizado al ver como todos los cortesanos se vuelcan hacia él, sin contar a todas las mujeres que se arrojan a su cuello. Felipe solo tenía diecisiete años cuando se da cuenta de que las mujeres no despiertan en él más que las ganas de tener largas y cordiales pláticas con ellas. Mientras su hermano, por otra parte, prefería llevar dichas interacciones a un terreno más íntimo. Felipe disfrutaba adornando a las chicas, estilizándolas, consiguiendo para ellas ropas y joyas que las hicieran lucir bellas. Se regocija cuando hay un baile de máscaras y le encanta el ambiente de las ferias donde compra telas y joyas.
Sobre su carrera militar, Felipe destaca por su talento estratégico y su valentía en el campo. Fue la victoria que obtuvo en Cassel el 11 de julio de 1677 sobre Guillermo de Orange, la que le trajo mucha popularidad. Luis XIV, temiendo por la vida de su hermano, le aconsejó que se retirara, pero el duque no lo hizo, aquella decisión fue la más acertada, y su desempeño lo convirtió en uno de los más grandes capitanes de su tiempo.
Mucho se ha dicho sobre su distanciamiento de los campos de batalla después de este triunfo, supuestamente por celos reales. La Dra. Lurgo no duda en recordarle a todo quien lea su trabajo, que a ningún rey le conviene exponer la vida de los príncipes, ya que, estos pueden correr el riesgo de caer ante el poder del enemigo. Algunos entendidos sobre las complejidades de la guerra, discrepan ante esta opinión en particular, ya que, una simple preocupación por la seguridad del príncipe no es motivo para alejarlo del campo de batalla. Ya que, al no encontrarse el rey en la pelea, era preciso que alguien con la importancia que tenía el príncipe sirviera como ejemplo de liderazgo, y su presencia aumentara la moral entre los soldados.
Otro aspecto que demuestran la confianza que existía entre ambos hermanos, es que Luis, al no poseer hijas legítimas, consideró a sus sobrinas para que estas se unieran en sagrado matrimonio con hombres influyentes. Una fue esposa del Rey de España, y la otra se casó con el futuro rey de Sicilia y Cerdeña.
¿Qué hombre que desconfía de su hermano recurriría a las hijas de este para asegurar su diplomacia mediante uniones matrimoniales?
Si el rey desconfiara de Felipe, jamás habría aliado a su hermano con soberanos tan poderosos que no eran precisamente gente que lo consideraran un amigo. La Dra. Lurgo a través de la correspondencia de Felipe con la corte de Turín, demuestra cuanto confía el rey en él, usando sus servicios para trasmitir ciertos mensajes, y la incondicional lealtad del duque en estas negociaciones.
Felipe I de Orleans
Felipe contribuyó activamente a la construcción de la fortaleza de la monarquía absoluta del Rey Sol.
No existe un sentimiento de celos o envidia, cuando, mucho antes de que la construcción de Versalles acabara, el rey pudo ver deslumbrado el esplendor de Saint-Cloud, el castillo favorito de su hermano. Como digno heredero de sus antepasados Médici, a quienes se asemeja en más de un sentido, Felipe era un gran apostador, y sus estrategias de juego vaciaban los bolsillos de más de uno, él se involucra paralelamente en inversiones discretas que asegurarán durante mucho tiempo la fortuna de su familia y los intereses de Francia.
Felipe era conocido por su generosidad hacia las obras de la iglesia y los pobres.
¿Es el temor a Dios, o la bondad genuina que parece haber sido la base de su carácter, a pesar de algunas explosiones de humor a las que estaba sujeto? Felipe se esforzaba por ser un buen esposo. Si Enriqueta de Inglaterra lo desprecia, lo odia, y se divierte haciéndolo sentir celoso y muy infeliz, mientras se hace pasar por una víctima perpetua, hasta hacerlo lucir como el peor esposo del mundo, y, posteriormente, arrojar acusaciones injustas sobre envenenamiento que lo involucraban directa o indirectamente. En el caso de su segunda esposa, la princesa del Palatinado, ella admitirá haber amado a aquel inusual hombre a pesar de sus diferencias, ambos terminan formando una pareja extraña pero cariñosa.

Buen padre y abuelo
Felipe I, Duque de Orleans
Además de ser un esposo protector, fue un buen padre que adoraba a sus hijos. Si bien la pérdida de un bebé era algo trivial que sucedía muy a menudo en esta época, Monsieur no podía evitar sentirse abrumado por el dolor. La peor queja que tendrá contra su primera esposa es que, a través de su imprudencia calculada, multiplicó los abortos involuntarios y provocó el nacimiento prematuro de una niña muerta antes de poder ser bautizada. Al dolor de padre se sumará la desesperación del católico, convencido de que la princesa ha perdido la felicidad eterna.
La muerte de su hija mayor, la reina de España, sacrificada por razones de estado sin que Felipe pueda oponerse, fue desgarradora para él (o al menos Felipe, al igual que muchos en la corte francesa, creían en la teoría de que la reina fue asesinada). El duque se esforzará por salvar a la duquesa de Saboya del mismo destino, incluso si eso significa interferir en la vida privada de la pareja para proteger a Ana María. Esta ternura se transferirá a su nieta, la muy joven duquesa de borgoña, a quien observará de cerca. En cuanto a su hijo, el futuro regente, es sin duda el regalo más preciado que le ha dado a Francia y a la dinastía.
¿Por qué en estas condiciones, haber ensuciado implacablemente la imagen y el recuerdo de un príncipe cuya muerte, el 9 de junio de 1701, marca el final del apogeo del reinado?
Quizás la Dra. Lurgo tenga razón cuando dice que el afecto de Felipe por su hermano, su lealtad inquebrantable, su negativa a entrometerse en intrigas y conspiraciones, reacio a caer en el soborno de los cortesanos interesados en estas maniobras, una actitud completamente diferente a la de su tío Gastón, le valieron esa reputación de debilidad, ligereza, estupidez y libertinaje que ciertamente no merecía.

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