Liselotte, su matrimonio y la vida en la corte del Rey Sol


No cabe imaginar hermanos más diferentes que su Majestad y Monsieur, pese a eso, ambos se aprecian mucho. El Rey es alto, de piel tostada, aspecto viril y tiene una pomposa y distinguida gallardía. La pinta de Monsieur no es innoble, pero su estatura es baja y su pelo, cejas y pestañas son negras en demasía. Tiene la cara alargada y estrecha, la nariz grande, boca pequeña, dientes desgastados, sus maneras son más femeninas que masculinas y no le interesan ni los caballos ni la caza, pero sí las apuestas, las recepciones, la buena comida, bailar y vestirse; en resumen, todo lo que nos gusta a las mujeres. Mientras el Rey ama cazar, la música, la danza clásica y el teatro, mi marido solo se interesa por la decoración y las mascaradas. Al Rey le encanta ser galante con las mujeres, sin embargo, no creo que mi marido se haya enamorado nunca. 
— París, 9 de enero de 1716. Carta a Carolina de Gales.

A causa de la sexualidad de Monsieur, la obligación de engendrar herederos se convierte en un reto complicado para ambos cónyuges. Madame le cuenta a un confidente que su marido necesita recurrir a los poderes divinos para enfrentarse a sus obligaciones en el lecho:

Traía a la cama un rosario lleno de medallas, con el fin de rezar antes del acto —relata una de sus biógrafas—. Un día Madame escuchó un tintineo de las medallas bajo la manta y preguntó qué era aquello. Ante la negativa de él a explicarse, ella encendió una vela y observó como Monsieur enrollaba el rosario en sus partes privadas. Y entonces, ella dijo con suspicacia: No me parece adecuado, Monsieur, que honres a la Virgen posando su imagen en las partes que hacen perder la virginidad.

Retrato de Liselotte con Felipe II y su hija Isabel Carlota

A pesar de lo que podría pensarse, el matrimonio de Monsieur y Madame fue bastante bien avenido. La relación tenía más que ver con compañerismo y amistad que con el amor, y pese a las dificultades que atravesaron en el lecho, tuvieron tres hijos. Lamentablemente, Alejandro Luis, el primogénito y duque de Valois, murió a corta edad, lo que le provocó a la duquesa una fuerte depresión. Este triste hecho resquebrajó la relación entre ambos y ya no volvería a ser la misma. Tras el nacimiento de la menor de sus hijos y considerando terminada la tarea de proveer herederos, decidieron mutuamente terminar con las relaciones conyugales y continuar cada uno su vida privada libremente; Felipe con sus amantes e Isabel Carlota centrándose en sus hijos y la escritura

Sus tres hijos fueron:

  • Alejandro Luis de Orleans, duque de Valois (1673 - 1676).
  • Felipe II de Orleans (1674 - 1723), Duque de Chartres, duque de Orleans y regente del reino tras la muerte de Luis XIV y la minoría de edad de Luis XV.
  • Isabel Carlota de Borbón-Orleans (1676 - 1744), Duquesa de Lorena y de Bar al casarse con Leopoldo I. Madre de Francisco I, emperador del Sacro Imperio y abuela de María Antonieta.

Junto a su marido formaron la Casa de Orleans, rama de los Borbones que toman el poder el año 1830 con Luis Felipe de Francia. Son antepasados de la mayor parte de las casas reales europeas: la española, italiana, búlgara, austríaca, toscana, napolitana, entre otras, descienden de esta pareja.
En 1682, Liselotte estaba bastante angustiada porque la servil devoción de Felipe hacia su amante el Caballero de Lorena “molestaba” su "matrimonio". Ella le preguntó al Rey Luis XIV si podía retirarse al convento donde su tía paterna Luisa del Palatinado era la abadesa, pero Luis XIV se negó.
A Madame no le gustaba bailar, pero disfrutaba del teatro, no le gustaba la comida francesa y se dormía durante los sermones. Ella se consideraba poco agraciada, pero jamás le dio mucha importancia a la vanidad. 
Le encantaban las caminatas largas, tanto como le irritaba que las damas de la corte no pudieran caminar más de unos pocos metros a pie. La caza era su actividad favorita, a diferencia de su esposo, quien odiaba esta práctica. 
Liselotte era muy tolerante con los defectos propios y de sus hijos, a la vez que es muy estricta con la conducta del resto de los mortales.
Cuando se mira en el espejo, y aun sabiendo que su imagen se opone a lo que en ese momento se considera hermoso, se muestra encantada consigo misma. Les quita importancia a sus defectos empleando un sentido del humor muy agudo.
Ella disfruta bastante riéndose de sí misma. No tiene pelos en la lengua y le cuesta mantenerse relajada.
De carácter contundente y decidida como un hombre, lo que le otorga la fama de ser más masculina que su propio marido.
Liselotte con su vestido de caza
Ninguna otra mujer habría podido aguantar lo que soporta Madame durante los treinta años que dura su matrimonio.
Por otra parte, la relación de Liselotte con sus hijastras, María Luisa y Ana María, se parecía más a la de hermanas. Las adoraba a las dos, especialmente a María Luisa.
Era impasible y masculina, con una fuerte actitud de “seriedad” que perdura en sus muchas cartas por las que es recordada hoy. Escribir era una de sus actividades favoritas, y algunos días apenas soltaba la pluma. 
Sus cartas son honestas, a veces fuertemente guiadas por emociones, y pintan una imagen perfecta de lo que sucedía dentro de ella durante su tiempo en Francia. A veces escribe sobre cotilleos, de cómo hizo reír al rey cuando le dijo que “dejara salir lo que no quiere quedarse adentro” ya que él sufría de flatulencias. Escribe sobre el clima, del palacio, del dolor que siente, cuando se le trataba mal, de cómo Monsieur la hizo reír cuando tropezó con tacones, cómo uno de sus muchos perros parió en una de sus túnicas y qué pensaba de los que la rodeaban. Cuando este último es el caso, es bastante claro ver si le gusta alguien o no. Madame de Maintenon era alguien a quien no podía soportar en absoluto, llamándola bruja, vieja demonio, vieja basura, aburrida, sucia, y todo tipo de cosas poco favorecedoras. Al final, esto le costó a Liselotte el favor que tenía con Luis XIV. 
Al menos su relación con su esposo mejoró. Monsieur, después de largos años de matrimonio, finalmente se había arreglado con ella. Incluso se volvió un poco querida para él, después de que se dio cuenta de que gran parte del problema que tenía con ella en realidad era causado por sus amigos y no por ella misma. Saint-Simon describe a Madame hacia fines de la década de 1690 de la siguiente manera:

Madame almorzó y cenó con las damas de la corte de Monsieur, de vez en cuando daba paseos con algunas de ellas, a menudo enfurruñada en compañía, se hacía temer por su temperamento áspero y salvaje y a veces por sus salidas, y pasaba todo el día en su estudio contemplando los retratos de los príncipes palatinos y otros príncipes alemanes, con los que se cubrieron las paredes, y escribiendo todos los días de su propia mano volúmenes de cartas de las que ella misma hacía copias o referencias. Monsieur no había podido domesticarla para que llevara una vida más civilizada. La dejaba hacer lo que quisiera, y vivía en buenos términos con ella sin preocuparse por su persona y apenas tenía relaciones privadas con ella.

Si Liselotte ya se consideraba fea a una edad relativamente joven, se comparó a sí misma con un cochinillo asado ahora a medida que crecía y era más ancha. Aunque no le gustaba la comida francesa, y a menudo le apetecía una buena sopa de cerveza alemana, había algunos platos que disfrutaba mientras ella misma escribe: “Nos levantamos de la mesa hace media hora. Mme. De Chartres estaba cenando con nosotros, algo que no suele suceder. Monsieur, ella y yo comimos casi doscientas ostras inglesas entre nosotros. Por mi parte, tengo cincuenta dentro de mí y Mme. de Chartres el mismo número, y Monsieur debe haber comido ochenta…" 
La repentina muerte de su esposo fue una sorpresa para ella. Los últimos años de su matrimonio habían sido mucho más soportables para ella, pero ahora, como viuda, su lugar volvía a ser incierto. En su contrato de matrimonio decía que, si Monsieur moría antes que Madame, Madame recibiría el Castillo Montargis para vivir durante su viudez, o podría retirarse a un convento. La perspectiva de lo último la aterrorizó por completo, y, para permanecer donde estaba, Madame tuvo que hacer las paces con su archienemiga Madame de Maintenon, lo que terminó en una gran humillación para ella, pero le permitió mantener sus habitaciones en Versalles y Marly. 
Madame sobrevivió a su cuñado, ya que, en 1715, Luis XIV muere a la edad de setenta y siete años en el Palacio de Versalles. El heredero al trono y bisnieto del Rey tenía sólo cinco años. En su testamento, el difunto rey le entregó la regencia a su hijo legitimado el duque de Maine en conjunto con Felipe II de Orleans, hijo de Liselotte. Sin embargo, el Parlamento de París revocó las disposiciones de la última voluntad real a petición del duque de Orleans, que así se convirtió en regente único.
En sus memorias, Isabel Carlota describe la nueva era de la Regencia. Ahora que no es superada por ninguna mujer en la corte y se siente liberada de Madame de Maintenon, continúa con sus quejas diarias acerca la decadencia de la corte, sobre la que escribió:

Creo que las historias que se contarán sobre esta corte después de que nos hayamos ido, serán mejores y más entretenidas que cualquier novela. Y mucho me temo que quienes vengan después que nosotros no las creerán más que cuentos de hadas.

Liselotte le tenía mucho cariño a su nieta, María Luisa Isabel de Orleans, duquesa de Berry, y estaba muy preocupada por la salud de la princesa como lo escribe en una carta del 2 de abril de 1719: «Nuestra duquesa de Berry está enferma, tiene fiebre, gases y el dolor en la matriz... De momento me han dicho que está muy mal y estoy preocupada: está tan gruesa, tan gorda, y mucho me temo que tiene una enfermedad muy grave...». En realidad, la duquesa de Berry ha llegado al término de un embarazo secreto. Refugiada en una pequeña habitación de su palacio, la joven viuda sufre un parto sumamente laborioso. Liselotte quiere tapar el escándalo y atribuye la "enfermedad" de su desenfrenada nieta a las consecuencias de su glotonería. Mientras la parturienta está entre la vida y la muerte, la Iglesia se niega a darle la extremaunción por haberse embarazado de un amante. Por fin, la princesa alumbra a una niña, pero no logra restablecer su salud y fallece en julio. Liselotte quedó muy afligida por esta muerte. La autopsia reveló que la duquesa de Berry ya llevaba un nuevo feto cuando murió, concebido al mes siguiente del parto.
Isabel Carlota se alejó de la corte a partir de entonces, y murió a la edad de setenta años el 8 de diciembre de 1722 en el Palacio de Saint-Cloud.
Ella siempre se mantuvo fiel a sus principios, nunca se entrometió en los asuntos del estado y continuó escribiendo sus cartas hasta el final de su vida.
Madame Palatine

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